Estoy enamorada. No hay nada que me derrita más que el galanteo romántico, meloso. Que me digan “tú la única en mi vida”, eso me pone los ojitos chiquitos. La Bachata y la gastronomía bailan en Kitipun, canción de Juan Luis Guerra que ha recorrido el mundo gracias a lo jocoso de sus letras.
Que me repitan una y otra vez “Todo lo que tengo es tuyo”, puede sonarle a algunos inverosímil, pero a mi me dejan las rodillas como gelatina de frambuesa.
Aquello delata que el hombre está enamorado, no hay dudas, pero ¿que además esté dispuesto a compartir sus manías y detalles gastronómicos más queridos para probarme su devoción?, bueno, eso es para mi es la versión implícita de decir: “hasta que la muerte nos separe”.
Mi libro de sushi
Para compartir el libro de recetas que compré llena de ilusión en aquel viaje inolvidable, se necesita más que amor. Necesitas estar segura que tu amado “entiende” que el más mínimo rasguño en ese libro dejará tu mandíbula desencajada. Cuando escuché por primera vez “kitipun” de Juan Luis Guerra, la canción atrapó mi atención cuando en la primera estrofa le jura que su “libro de sushi comprado en Perú”, es “de ella”.
Uno de mis libros insignia desde los 8 años ha sido El Principito. Durante el viaje soñado que hice con mi mejor amiga a Barcelona compré una versión Pop Up del libro y siempre lo he atesorado. Ahora que soy madre de dos peques de 4 y 6 años, El principito reina en el lugar más inalcanzable para ellos. Está junto con mis libros de recetas que fui comprando en distintos países. No está en discusión, compartir un libro tan especial, es verdadero amor.
Yo no soy amante del chocolate, pero no hay que serlo para esconderse en un closet a comerse un “Toblerone” solito. Señores que le digas a tu amada que el Toblerone que está en la nevera es “de ella”, eso no es estar enamorado, eso es ser un santo filántropo.
Juan Luis Guerra, bachata y gastronomía
Si, ya sé. Juan Luis siempre ha incluido la gastronomía en sus canciones. Estamos acostumbrados a la palabra conuco, tanto, que a veces la extrañamos si no la encontramos en cada nueva producción. Rogar que llueva café se ha vuelto casi un refrán, ¿Entonces dónde está la novedad?
La verdad es que ese ritmo tan contagioso del saxofón, y ese pasito de baile tan simple y juguetón, nos ha unido a todos en una efusiva celebración por la bachata libre de lírica ofensiva, melancólica y de acordes monótonos.
Sin embargo, lo chulo y romántico de la canción es el gustico que le añade a la cotidianidad de la vida juntos. Cada quien tiene una manía, un antojo, un último bocado que cuida con celo, un chin de jugo que dejó “pa’ más tarde” en el fondo del cartón; ofrecerlo a nuestro amor, es mucha veces más oportuno y elocuente que cualquier “te amo”.
“Mi aceite del Prado, mi agua Perrier y camomila pa’ yo hacerme un té”. Definitivamente Juan Luis Guerra siempre llega alante y oportuno, como los pancitos de entrada que ya casi ni ponen en los restaurantes. En tiempos en que el aceite de oliva extra virgen se toma y se cata como si fuera vino, él lo incluye como esa “joya especial” que ofrece para demostrarle hasta donde llegan los límites, casi infinitos, de su amor.
Bachata y gastronomía en Kitipun
El blo blo blo de la cafetera de Kitipun suena al momento especial de las mañanas. Ese que creamos como burbuja que nos aísla por unos minutos del jaleo con los peques, el colegio y los pendientes. Un café que huele a confesiones, a planes, y sabe a camaradería. Sabe a comprensión y solidaridad hacia “esa mitad” que estará contigo por el resto de tu vida.

Me encanta ser la única en tu vida, esposo. Que me llames “bella”. Saber que tus manías y antojos más preciados los ofreces cada día como prueba de tu amor sin límites y atemporal. Me llena de entusiasmo imaginarnos con la cabeza blanca compartiendo tu bici, mi estante, y las catas casuales de aceites y café.
Gracias a Juan Luis Guerra por regalarnos esta oda a la hermosa y a veces caótica cotidianidad de la vida matrimonial.