Más que un post, Zipaquirá se merece una reflexión.
Es una ciudad importante por la industria de sal que queda al norte y en las afueras de Bogotá, de un encanto histórico, religioso y cultural muy autóctono.
Zipaquirá tiene, lo que yo decidí llamarle la 8va. maravilla del mundo: la Catedral de sal.
Imaginen una catedral construida dentro de una mina de sal. Desde que entras a la mina, el ambiente oscuro, la humedad y la baja temperatura van dándole a la experiencia un aire introspectivo, y en mi caso, emocionante.
Estar por primera vez en una mina, cuando sólo la hemos visto en películas, toparte con los mineros que van saliendo de trabajar, sucios y con su atuenddo particular es emocionante, pero que además el recorrido tenga un significado religioso, dividido por estadios donde cada cuál tiene un sentido espiritual relacionado con las diferentes etapas de la vida, muerte y resurección de Jesús, con cruces gigantescas y estatuas de santos talladas o hechas en aquellas rocas salinas…eso es definitivamente único en el mundo.
El recorrido incluye pasadizos y escaleras a elegir para hacer la procesión y que según el camino escogido, dice algo de tu alma, en mi caso resulté ser: “medio pecadora”. Es un recorrido que te mantiene a la expectativa de la historia que tendrá el estadio siguiente o la capilla siguiente. Todo, los altares, la cruz de la nave principal (la más grande del mundo debajo de la tierra)la pila bautismal, están hechos de sal; imagínense que los pocos bautizos celebrados fue con agua de sal, porque de lo contrario se derritiría la pila bautismal.
Es una obra asombrosa, creativa e ingeniosa, sobre todo porque logra realmente ponerte en un mood introspectivo, donde lo básico no es la majestuosidad de la construcción del templo, sino que te hace volver a lo básico, a lo incomprensible de la creación y lo pequeños que somos ante todo eso. Estar bajo tierra y aun asi conectarte con lo divino es…surrealista.
Esta aventura, que ha tenido muy poco de gastronómica hasta ahora, le hace honor a la esencia del recorrido de hoy: la vuelta a lo básico, lo simple.
Hoy probé en Zipaquirá las populares empanaditas colombianas más deliciosas de todas las que he probado en Bogotá y en Santo Domingo.
Dos empanadas de maíz, de pollo y la otra de queso. Ambas rellenas hasta el tope; la de pollo, crujiente, bien frita y con cinco aderezos a seleccionar; la de queso, de maza dulce, gruesa y queso por demás. Es una cafetería, artesanal, especializada únicamente en empanaditas colombianas, frente a unos de los amplios parques de Zipaquirá; donde comes, mientras a través del cristal, contemplas el apacible transcurrir de este acogedor pueblo.
Tips: En el mundo gastronómico, volver a lo básico de vez en cuando, es un descanso para los sentidos y el alma.
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